Desde que se conformó como esfera autónoma en la modernidad, la cultura, entendida en el sentido de actividades intelectuales y artísticas, ha sido objeto de prácticas administrativas y de gestión, institucionalizadas en museos, teatros, salas de concierto, etc.
En el mundo occidental hacia mediados del Siglo XX se articuló un sector cultura concebido cómo ámbito de políticas del Estado, referidas sobre todo a las artes, las letras y el patrimonio. Más recientemente con la globalización, la definición del sector se amplió hacia una noción denominada ‘antropológica’, incluyendo a las industrias culturales, el turismo, la moda, el diseño y los procesos de redesarrollo urbano y regional, con mayor intervención de los sectores privado y asociativo. La economía de la cultura surge como campo disciplinar dedicado al estudio de estos fenómenos. Y dentro de esta disciplina la economía del patrimonio cultural se ocupa de organizaciones como museos, archivos, bibliotecas, de espacios como sitios arqueológicos, centros históricos, paisajes naturales y de distintos tipos patrimoniales como monumentos, inmuebles, colecciones, actividades y prácticas intangibles (fiestas, saberes, lenguas).
La economía del patrimonio tiene un espacio particular por lo específico de estas diversas instituciones, espacios y prácticas, por las características de los bienes y servicios que involucran, las distintas clases de valor que vehiculizan, las dificultades de su ponderación económica en tanto bienes de no mercado y por la utilización de metodologías propias de evaluación.
Miércoles, 9 a 12 hs., Aula del Museo Etnográfico “J.B. Ambrosetti” (Moreno 350, CABA)