Desde el siglo XIX, lo que se da en llamar “literatura comparada” ha oscilado entre dos extremos. Por una parte, ha funcionado desde sus inicios como una herramienta para contrarrestar la tenaz tendencia de los estudios (europeos) de literatura (europea) a encerrarse en el ámbito de lo nacional, determinado por el territorio y fundamentalmente por el idioma. Intención muchas veces tímida, consiste o consistió unas veces en cruzar una (sola) frontera, y pensar el contacto entre dos corpora (o, en ocasiones, dos textos) geográficamente adyacentes. De ahí su nombre: el gesto es el de comparar dos cosas, el de poner en contacto dos cosas que parecían, en principio, hechas para ser estudiadas separadamente. Por otra parte, el extremo opuesto: desde el concepto de Weltliteratur de Wieland, impulsado por Goethe, la disciplina ha sido quien se hiciera cargo de pensar la literatura, el canon, la periodización, los movimientos, los géneros, las influencias, la vinculación con el contexto histórico desde una perspectiva global, abarcando en conjunto las literaturas europeas, occidentales o mundiales (amplitudes que, en un principio al menos, se confundían fácilmente).
La perspectiva con la que la Argentina se para a mirar la literatura universal es visiblemente particular en este sentido. Dice Borges, en “El escritor argentino y la tradición”: “Creo que nuestra tradición es toda la cultura occidental, y creo también que tenemos derecho a esa tradición, mayor que el que pueden tener los habitantes de una u otra nación occidental”. Nuestra percepción del canon histórico de la literatura incluye ya, siempre, desde el principio, a Dante, Cervantes, Shakespeare y Rabelais. Jamás nos ha resultado necesario saltar una frontera para pensar la literatura, ni siquiera (o aún mucho menos) para pensar nuestra literatura nacional. Lo que los estudios literarios europeos han necesitado bautizar como “literaturas comparadas” es lo que acá llamábamos, sencillamente, “literatura”, y vemos el primer extremo apenas como un método o una forma de construir un corpus de trabajo entre tantas posibles, y el segundo nos resulta una obviedad. Esa posición que tenemos como argentinos la tenemos, claro está, en tanto que americanos.
En ese contexto, la Argentina y toda América latina, aún periferia, siguen teniendo un lugar privilegiado para mantener, hoy en día, una mirada amplia y crítica sobre la literatura internacional, sobre la cultura occidental, y sobre la cultura mundial y lo que Occidente hace con ella.
Se modifica el inicio del seminario al 06/10/16.
Jueves de 17 a 21 hs. Aula: 7 (5º Piso).