La Forma de la escuela y la materialidad del oficio docente

La idea del curso podría formularse a partir de dos llamamientos. El primero dice así: 

"Actualmente estamos asistiendo a una cierta disolución de la forma tradicional de la escuela. La escuela, se dice, ya no es el único lugar de la educación ni, quizás, el más adecuado. La escuela, se dice, se ha convertido en un lugar anacrónico, obsoleto, desagradable e ineficaz. El aprendizaje, se dice, desborda las fronteras de la escuela y sucede en todas partes y en cualquier momento. La crítica de la escuela se ha hecho un lugar común, y la educación, se dice, se ha des-localizado, se ha quedado sin lugar propio. La educación ya no está protegida por los muros de la escuela porque, se dice, hace mucho tiempo que ha saltado esos muros (sin contar con que la escuela, ella misma, se quiere abierta y sin muros). La educación, se dice, se confunde con la vida y, por tanto, nada puede resistir a la pedagogización general de la existencia. La escuela, se dice, se confunde con el mundo, con la ciudad, o con la red y, por tanto, ya no hay escuela, o la escuela se hace prescindible. Y es ahora, en este momento de disolución de la forma de la escuela, cuando nosotros queremos repensarla amorosamente para reencontrar su especificidad y su auténtica naturaleza"

El segundo dice así:

“Las nuevas formas de definir la ‘función docente’ (esas que se derivan de la así llamada ‘cultura del aprendizaje’) están destruyendo el oficio de profesor. Con el espantajo de la ‘crítica al profesor tradicional’, el chantaje empresarial de la calidad y la innovación, la redefinición neoliberal de las funciones de la escuela y la ayuda de un lenguaje anti-institucional y antiautoritario digno de mejor causa, ese oficio que Hannah Arendt relacionaba con la transmisión y la renovación del mundo común está siendo descualificado y arrasado, y las personas que lo ejercen están siendo reconvertidas en mediadores, coachers, animadores de aula, entrenadores en competencias, gestores de emociones o facilitadores de aprendizajes, al mismo tiempo que están siendo sometidas, cada vez más, al control y al reciclaje permanente, a la precariedad laboral, a la pérdida de su autoridad simbólica y de su autonomía profesional y, lo que es peor, a la disolución del sentido público de su trabajo”